El determinismo parte de la posición de que siempre podemos encontrar las causas físicas de los acontecimientos que nos rodean, así mismo, podemos encontrar las razones de nuestros actos, cualesquiera que sean. En efecto, siendo como somos, productos de una evolución natural, sería sorprendente si nuestras acciones no fueron causadas al igual que otros fenómenos biológicos; como la migración de las aves y el fototropismo de las plantas. De hecho, se admite que las decisiones o acciones humanas son causadas. Nos identificamos como seres que provocamos efectos en el mundo; reconociéndonos interna y directamente como agentes causales, justificamos nuestra creencia en la causalidad. Sin embargo, dicha posición encuentra algunas dificultades. No es sólo el sentimiento de que somos libres el que pierde la validez. También el sentimiento de pesar o remordimiento parece perder el sentido, pues ¿cómo se justifica que podemos arrepentirnos de nuestras acciones, si no somos libres para elegir? Así mismo, la responsabilidad moral perdería su validez. Si nuestras acciones están determinadas como una piedra que cae cuando se suelta en el aire, tiene poco sentido responsabilizar a una persona por sus acciones, como culpabilizar a la piedra por haber caído. Por lo tanto, en éste capítulo en la primera parte, abordaremos la relación que parece existir de manera intrínseca entre la noción de libertad y la noción de responsabilidad moral, puesto que, para decidir sobre nuestra responsabilidad moral, necesitamos afrontar el problema del libre albedrío.