La Declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero como patrimonio de la humanidad, supone en primera instancia una muy profunda reflexión sobre el territorio como sustrato de la identidad y el alma cultural. El espacio cafetero es fundamentalmente una experiencia de vida presente, que se mueve y se renueva al vaivén de sus habitantes. Su devenir no se acota a un tiempo ni al lugar mismo; más bien crece y germina de forma natural, quizás a partir de las conductas románticas que allí se desarrollan. Por tanto, el paisaje es el espejo de un trozo de historia donde se levantan los valores de nuestra sociedad a lo largo de 155 años de gestas, cumbres cívicas y de aromatizados crepúsculos; donde la llovizna taciturna hace de las plantaciones enamoradas de las laderas, de las faldas y las rutas inclinadas, una metáfora de los enormes esfuerzos de aquellos campesinos que a fuerza de sus manos, lograron hacer de las plantaciones cafeteras una inspiración para el surgimiento de esta cultura. .