La adaptación psicológica puede incluir los mismos procesos que se evidencian a nivel biológico, pero, dado que la individualización conlleva una integración de lo psicológico con lo físico, se podría decir que la especificidad de este proceso en la persona va más allá de la búsqueda de un equilibrio, debido a que el individuo busca, en últimas, tener una calidad de vida (Ramírez, 2012). Por ello, cuando se estudia el proceso de adaptación en las relaciones románticas jóvenes, se plantea que la pareja tendrá que aprender e ir ajustándose a los cambios que se presenten a lo largo de la trayectoria de vida de cada uno de sus miembros. En este sentido, es importante reconocer que la pareja y sus integrantes maduran constantemente durante la convivencia, a la vez que construyen criterios de actuación hacia unas pautas funcionales de relación, en los que se identifica la importancia que tiene el establecimiento de unos objetivos de pareja esenciales y comunes que posibiliten dar sentido al mantenimiento de esta relación durante toda su evolución (Flores et al., 2004).