La comida como vivencia. La comida como recuerdo. La comida como unión. La comida como emoción. Por medio de ella, he desarrollado mi vida social: conocí a mi mejor amiga con una ensalada de repollo, en un pollo frito me contaron que tenía más familia paisa que rola y con una lechona conocí que el amor no era para mí. De la cocina a la sobremesa se encargó de recolectar, en un texto y una instalación, todos los recuerdos y tradiciones que se desarrollaron en la mesa, como lo era ir a comer el jueves santo en la casa de mi bisabuela y los desayunos domingueros en Supía.