La ministerialidad en clave de misión, el servicio en las parroquias, necesita renovación, la Iglesia hace un trabajo grande y se reconoce, pero, en camino de transformación el agente debe reconocer sus sombras e intentar un cambio fundamental en su vida, el individualismo, la crisis de identidad y la caída del fervor, se han convertido en obstáculos que atrapan el quehacer misionero, la mundanidad espiritual o gloria humana debe pasar atrás y despertar al desafío con una mente abierta a Jesucristo, al servicio desinteresado, a la entrega generosa. La ministerialidad como servicio misionero, debe continuar, la Iglesia ha avanzado, pero el Papa nos advierte de la necesidad de no anquilosarnos, de no estar cerrados, de avanzar en perspectiva de salida, buscando sembrar la buena nueva en el corazón de cada feligrés en donde el amor de Dios reine, no obstante las dificultades que trae cada día.