Las posibilidades de actuación médica han avanzado de tal manera que, en ocasiones, puede parecer que “todo tiene solución”, que la muerte es imposible con una atención sanitaria precoz y adecuada. Las unidades de cuidados intensivos (UCI) son un buen reflejo actualizado de esta ilusión y, así, vemos cómo estas unidades se llenan de pacientes ancianos con graves patologías, quienes se mantienen con vida gracias a complicados tratamientos que, en ocasiones, ofrecen muy escasas garantías de recuperación. Los sofisticados medios terapéuticos (ventilación mecánica, hemodiálisis, fármacos de soporte cardiovascular) permiten que sobrevivan pacientes que pocos años atrás hubieran muerto indefectiblemente. En estos casos, los avances tecnológicos alcanzados en materia de salud, lejos de propiciar beneficios al paciente, causan, por el contrario, sufrimientos inútiles que no aumentan las posibilidades de su recuperación.