La indagación que propongo en este libro surge inicialmente de una curiosidad. Hace cuatro años tropecé por primera vez con un fragmento de San Ignacio de Loyola: Poema heroico, del escritor neogranadino Hernando Domínguez Camargo. Sin embargo, la primera lectura de esos versos resultó tan enigmática para mí como si se tratara de un texto escrito en una lengua desconocida. Aquello no fue motivo de desánimo: la fascinación empezó a madurar y a desplegarse del plano verbal y retórico a otros planos de la obra. Así, conforme hacía otras lecturas del Poema heroico, me iba dando cuenta de que a esa obra no se le puede dar simplemente la lectura que sugiere el título. Lo que quiero decir es que no basta con leerlo simplemente como una hagiografía; nada más como la vida de San Ignacio de Loyola, a pesar de que se trate de uno de los elementos de primer orden que corresponden a una aproximación al poema en su estructura total. En ese orden de ideas, y más allá de la lectura de la obra que se organiza de acuerdo con su carácter hagiográfico, los primeros acercamientos a la obra me generaron una visión del Poema heroico que era formulada en términos de una apuesta estética problemática según muchos aspectos, el ideológico entre ellos. Así pues, nuevas lecturas me hicieron notar la fuerte inclinación de Hernando Domínguez Camargo hacia la necesidad de pintar figuras femeninas sensuales, escenarios elegantes y abundantísimos banquetes; hecho que fue en ese momento motivo de gran curiosidad para mí, sobre todo en cuanto pude observar que este tipo de descripciones, muy sugestivas a nivel sensorial, se enmarcaban en un cuadro poético religioso pincelado con los tonos de la austeridad y la castidad ignacianas. Todo eso hizo aún más intrigante para mí la obra del poeta bogotano.