Santa Marta es vivo exponente de una situación que puede entenderse como un drama entre una ciudad y su río principal, dentro un contexto urbano donde se percibe la prioridad en la intención de vender la ciudad al turismo, sobre la preocupación de atender los fenómenos en torno a la población local, que a fin de cuentas, es quien construye el territorio a través de la cultura y las practicas sociales representadas en sus formas de habitar y su actuar en torno a su afluente principal, el río Manzanares. No obstante, el hecho de que pueda resultar fácil culpar a las administraciones distritales por la falta de control urbano y el seguimiento efectivo de las políticas ambientales sobre el río, pues la carga de la responsabilidad recae también sobre la población que ocupa las riberas y la forma en que la ciudadanía asume este escenario.Lo anterior conduce a la búsqueda de iniciativas que comprometan el valor ambiental del río las vocaciones del territorio y sus prácticas sociales dentro de un estudio de paisaje, para definir estrategias de coexistencia con el río para una intervención que genere una verdadera vinculación entre el río y la ciudad. En conclusión, es pertinente integrar una mirada esta relación truncada, donde las problemáticas urbanas son llevadas al escenario del río y este amenaza con inundarse constituyéndose foco de nuevos conflictos para la ciudad.