La Química verde ha recibido bastante atención en los últimos 25 años, principalmente por la importancia que puede tener en el cuidado del ambiente, pero también porque reúne intereses científicos, económicos y sociales que podrían llevar a un futuro donde la Química será vista como la herramienta predilecta para la protección de nuestro planeta [1].Es así, que se proponen una serie de estrategias que permitan empezar el cambio en las conciencias de los científicos desde lo más simple o pequeño en sus labores comunes hasta poder pensar en realizar cambios con un mayor impacto socioeconómico y ambiental [2]. En este sentido y gracias a los científicos Paul Anastas y John Warner, quienes en 1998 enunciaron los 12 principios para una Química sostenible o “verde” [3], hoy en día pueden considerarse estas estrategias como una filosofía de vida o una serie de acciones y actitudes presentes en las personas que llevan a cabo procesos químicos y no solamente como una alternativa para buscar el solvente menos tóxico o el más barato para determinada reacción[4]. Casos como las farmacéuticas [5] demuestran la posibilidad de trascender los principios de la Química verde desde los pequeños laboratorios de docencia hasta las gigantescas empresas e industrias que influyen directamente sobre la población de una región determinada. A su vez, la cantidad de información, recursos y el número importante de publicaciones en Química verde que se encuentran en la actualidad [6], permiten apreciar la rápida evolución que ha sufrido el concepto a lo largo de los años; convirtiéndose así, en uno de los tópicos más relevantes para la investigación Química a nivel mundial y que busca ser diferente a otras áreas dentro de los estudios ambientales, donde su principal objetivo es demostrar que no es lo mismo prevenir los posibles daños que corregirlos después de provocarlos o inclusive, enseñar (como uno de los principios fundamentales) que evitar los posibles residuos de un proceso es mejor que producirlos y luego tratarlos.