Surge de la reflexión sobre la práctica artística pedagógica, que parte del estudio autoetnográfico, en el cual, la sujeto adquiere relevancia para hacer visibles los asuntos que durante su infancia, adolescencia, juventud y adultez, dejaron huellas y la fueron determinando en su Ser y Hacer. Estos asuntos son resultado de molestias, impulsos, carencias, deseos, relaciones afectivas, imágenes que le van mostrando la manera en que ha sido moldeado su pensamiento, su voz, su cuerpo y por los que se da cuenta, que en gran medida estuvo determinada por estructuras impuestas y autoimpuestas, que le brindaban falsa seguridad, silenciando su senti-pensar y negando su Ser. Escudriñando especialmente en las incomodidades, molestias y afectaciones vivenciadas, toma distancia, para relacionarlas con su práctica y de ahí, verla con ojos de maestra, descubriendo el verdadero sentido artístico - pedagógico y resignificando su Ser - Hacer- Estar, el de las niñas/xs y el de las docentes. De ahí, el pensar la Educación Artística como una práctica liberadora en la que la sujeto expresa su sentir, sin temor a ser rechazada, invalidada o juzgada, y por otro lado como ese espacio del que resultará algo que puede ser un sonido, un dibujo, un movimiento o una hoja en blanco (Texto tomado de la fuente).