Los objetos artesanales hacen parte de nuestra vida cotidiana. Ya sean de uso decorativo o utilitario, estos nos hablan sobre el patrimonio material de un grupo determinado. Sin embargo, cuando son comercializados, desempeñan un doble rol como contenedores culturales y mercancías. Existe una línea muy delgada entre los significantes del objeto, que van desde lo místico, religioso y espiritual, hasta lo mercantilista y profano. La producción artesanal fue la única manera de producir objetos usando solamente nuestras manos y utensilios básicos. El artesano fabricaba un objeto desde cero y estaba presente en todas las etapas de la producción, desde la idea a la materialización. Con la aparición de la producción en masa y las cadenas de producción, se perdió la relación personal entre el productor y el objeto. Sin embargo, muchas culturas siguen manteniendo la actividad artesanal, y en el mundo el consumo de artesanía va en aumento con la búsqueda de los compradores por objetos únicos e irrepetibles. El artesano, tal como lo conocemos actualmente, tiene su origen en las sociedades europeas, donde se desarrollaron como una parte de la sociedad que se especializaba en diferentes oficios, y cumplía con el fin de producir tanto objetos cotidianos como de lujo para el resto de la sociedad. Debido a la diversidad vegetal de Colombia, la actividad artesanal es amplia y se extiende desde el Caribe hasta el Amazonas. No obstante, existe una desconexión entre las dinámicas de producción de las comunidades, muchas de ellas en condiciones de vulnerabilidad, y la forma en que se consume la artesanía. Esta desconexión radica, en gran parte, debido al desconocimiento generalizado sobre la artesanía como patrimonio cultural material. Los discursos que giran en torno a la producción artesanal se simplifican al entrar en contacto con las estrategias de mercadeo contemporáneas. La concepción del artesano indígena, afro y campesino ha sido aplanada y se presenta a los consumidores de una forma estereotípica. Esta dinámica genera ideas erróneas sobre el quehacer artesanal contemporáneo. En torno a la artesanía se ha generado una falsa idea de pureza, tradición ancestral y mística, las cuales se han convertido en el caballo de batalla de las campañas publicitarias que presentan a los objetos artesanales como creaciones espontáneas de la naturaleza. Entretanto, como muchos otros procesos culturales, la artesanía se ha generado a partir de la adaptación, la experimentación y el aporte de diferentes culturas. Los objetos artesanales no se crean espontáneamente sino que se elaboran siguiendo procesos rigurosos que tienen que ver con un oficio y una técnica. En el caso de la tejeduría wayuu, el oficio fue enseñado por misioneros católicos como una forma de evangelización. Sin embargo, a la técnica de tejido en croché se adaptaron los patrones gráficos y la carga simbólica que la comunidad plasmaba inicialmente en piedra y cerámica. Es así como se evidencian procesos que no radican en la pureza del oficio sino que por el contrario, muestran una dinámica en la que la adaptación y la reinterpretación ha dado paso a la apropiación de prácticas foráneas en una búsqueda constante por la identidad de un grupo indígena. A pesar de que los indígenas wayuu están inmersos en las dinámicas sociales de los alijunas (personas que no pertenecen a la etnia wayuu), el discurso del mercadeo aún los presenta como seres espirituales, casi etéreos, intocables por el mundo occidental. (Texto tomado de la fuente).