El proyecto de grado nace de una obsesión por el memorizar y por el no olvido. La idea de no poder recordar me ha asustado desde que siempre: no me es posible concebir una realidad donde todo lo que antecede a nuestro presente puede no haber existido si no somos capaces de recordarlo. Pero el recuerdo, en todo caso no es del todo fidedigno a los hechos: con cada rememoración muta; entonces no podemos hablar de una realidad absoluta, sino de una percepción de la misma a través de nuestros propios filtros, nuestras propias maneras de concebir, recrear y entender, sin dejar atrás un punto de inicio común al que llamaríamos hechos. Para la ejecución de la obra tuve en cuenta estas tres reglas generales: aleatoriedad, formato y color. De esta manera llegué a la construcción de las piezas finales. Cada grupo de bastidores -en el cual el formato no se repite dentro del grupo- fue tratado de la misma manera, en una serie de movimientos que replicaba de la forma más precisa posible en cada lienzo, y esperando que la aguada tomara la forma aleatoria que quisiera. Luego esperaba a que esa capa estuviese lista para aplicar el siguiente color hasta llegar a la cantidad de capas necesarias para generar el recuerdo.