La figura del olvido presente en una imagen fotográfia re-activó mi manera de mirar y entender el cine, de mirar y entender la vida, mi vida y mis modos de operar en el campo del arte y los afectos. Me planteó una pregunta fundamental por la memoria y los rastros de la memoria. ¿Cómo el aparto cinematográfico recoge la memoria, pero sobre todo, cómo el aparato político, social y personal inscribe la memoria? Deseaba desestabilizar mi modo de operar en el mundo y en el arte. Entonces, comprendí que encontrar un dispositivo, mi propio dispositivo, era encontrar una estrategia para obrar desde el deseo. Un dispositivo cinemático, pero iba más allá de eso, un dispositivo para activar mi cuerpo anestesiado por prácticas políticas, sociales y afectivas propias y ajenas; un dispositivo para reinventar el mundo, para reinventar mis memorias, para reinventarme. Y operar este dispositivo conllevaba un gesto. Como mismo reinventarme, ficcionalizarme desde el deseo conllevaba un gesto. El gesto que puja, que raja, que desteje. El gesto como un modo de narrar y habitar el mundo, o los mundos posibles. El gesto como espacio de libertad. Entonces, mediante ese gesto hacer cine, hacer memoria, hacer ficciones. (Texto tomado de la fuente)