Como punto nuclear en esta obra está la muerte del padre, que se toma como referencia para a través de la figura arquetípica de este como guía, realizar un recorrido a partir de las intuiciones y memorias que se tienen de quien ya no está. Irrumpo en los principales lugares que él habitó para encarar lo que he perdido y responder la pregunta: ¿los recuerdos que tenemos pueden traer la presencia de una persona a nuestras vidas nuevamente? El medio para unir los conceptos dispersos de este recorrido, como la memoria, la realidad, la identidad, la presencia y el tiempo, nace tras el desarrollo de una materialidad que construí y que he nombrado “Membrana”, basada en la cartografía, que, desde su intención planimétrica, afín a conceptos como el plano terrenal y espiritual; me permite profundizar en el tema de las “barreras”, que durante el desarrollo de la obra se hacen evidentes, entendiéndose como límites que en este proceso serán representaciones oscilantes del pasado y presente. Utilizando el concepto de la “Membrana” como una superficie porosa, que permite el paso de cierta información mientras repele otras cosas, como un medio que genera una conexión, y a su vez señala las imposibilidades naturales al ser un elemento que actúa para separar una cosa de otra; la convierto en un objeto físico esencial para reconocer la ausencia y la presencia cartográficamente en el espacio de la obra. Las características de esta membrana, con orificios que continuamente cederán y se expandirán, hablan del paso del tiempo dilatando un espacio, y participan de una experiencia que crea la posibilidad de ver veladamente más allá. Ligado a esto, como segundo elemento ingresa la sal, que por medio de diferentes intervenciones se desmorona para volver a rehacerse según mi visión, como ejemplo de la fragilidad del ser humano en relación con la solidez del mundo físico. (Texto tomado de la fuente)