De pie en el mirador publico, se ve toda la ciudad de la cual nunca he podido escapar, de donde nunca he podido salir, ni huir, ni vivir, ni sufrir, ni reir. Miro las moviles luces de los autos, las estaticas edificaciones y las siluetas de las montanas que la abrazan escondiendose, como a una mosca la arana, como avergonzada de que una fuerza superior pudiera ver su error, su terrible estupor, su maligno esplendor, su insoportable confort. Observo el rojo cielo como la sangre o el infierno que pareciese que en el se librase una batalla entre angeles y boleros, y con su sangre se manchasen las nubes todo absorbiendolo.