RESUMEN: El curriculum, entendido como concurrencia de prácticas, es un campo en disputa, pues en él emergen múltiples actores que le imprimen significados e intereses diversos, convergentes o divergentes. El docente, desde una postura crítica, es uno de los actores protagónicos llamados a moldear el curriculum, advirtiendo la relevancia que posee como forjador de identidades y subjetividades individuales. Sin embargo, el rostro del maestro se ve desdibujado por las exigencias de un eficientismo-resultado que se desprende de unas lógicas político-económicas que reducen aquello que constituye su profesionalidad. Asistimos a la manifestación de una violencia estructural, legitimada por ser institucional y silenciosa por no mostrarse directamente, la cual plantea unas exigencias curriculares bajo la metáfora de calidad, y que van en detrimento de la profesionalidad docente, pues condicionan su grado de autonomía al convertirlo en un mero aplicador de un curriculum. Se busca con esta investigación develar la manifestación de la violencia estructural que incide sobre la profesionalidad docente con el propósito de superar, desde la conciencia misma de la práctica pedagógica, esa nominación de maestro reproductor de un curriculum, para situarlo como un sujeto de saber pedagógico, un sujeto político y ético que piensa y repiensa la educación.