En los ultimos anos, y en especial en la ultima decada, las politicas universitarias, tanto de nivel nacional como de la universidad misma, han puesto un especial acento en el fomento, el desarrollo y el fortalecimiento de la investigacion; las razones pueden ser de variada procedencia, dependiendo el punto de vista con el que se aborde un analisis al respecto: los cambios en el modo de ser del conocimiento, de su produccion y su circulacion; las nuevas condiciones de la economia mundial; las transformaciones tecnicas y cientificas, que han generado una revolucion tecnologica; los cambios y transformaciones de la institucion universitaria, etc. Lo cierto es que hay un cambio en el estatuto mismo del saber y en el lugar y la importancia del conocimiento en las sociedades contemporaneas. Independientemente de otras discusiones, hay una presion sobre la universidad, en muchos sentidos, pero en particular, en cuanto a la produccion y transmision del saber y el conocimiento en las nuevas condiciones, y que se expresa en las diferentes normas, procedimientos y estrategias que la universidad adelanta para ponerse a tono, en la medida de sus posibilidades, a esta presion. En medio de estas lineas gruesas y perfectamente definidas por las grandes estrategias y los enunciados de las grandes politicas, se dibujan los detalles en los que se expresan las situaciones particulares, in situ, de los impactos y las acciones que se inducen y se concretan en el nivel de los rituales propios de la actividad academica universitaria, sus personajes comprometidos, sus tiempos, sus ritmos. Alli en donde los discursos y los enunciados atraviesan las practicas y se vuelven acciones, conductas, procedimientos, productos, en los que se conjuga una manera muy propia y atavica de la institucion universitaria con estas nuevas formas que tienen que crearse, conducirse y expresarse de manera pragmatica; efectiva, diran algunos; eficiente, diran otros; pertinente, diran los mismos.