Las colonizaciones de la región andina colombiana en el periodo 1820-1910 terminaron por afectar su amplia biodiversidad. Uno de los conflictos ambientales que se encuentran registrados en las fuentes al respecto fue el acontecido entre los seres humanos y el principal depredador terrestre del continente: el jaguar (Panthera onca). Este felino, conocido en las fuentes como “el tigre”, poseyó hasta esa época poblaciones estables en las selvas y bosques de la región, poblaciones que pudieron presentar diferencias de comportamiento y adaptación respecto a los jaguares de nuestros días. El tigre americano fue una referencia cultural cotidiana para los habitantes de la época y sobre este animal se construyeron connotaciones tanto “negativas” como “positivas”. Las actividades asociadas a la colonización humana (deforestación, ampliación de la frontera agrícola, introducción de la ganadería y los cultivos de extensión) pero sobre todo a la ocupación y el crecimiento de la población en la región llevaron a la disminución crítica de los jaguares. Esta desaparición “física” del tigre contribuyó a que las memorias sobre la criatura se desvanecieran, pero en este proceso también fueron fundamentales los discursos de “civilización” y “progreso” que hicieron que la región rompiera con su pasado salvaje. Pese a la difícil situación en la cual quedó el tigre andino a comienzos del siglo XX, todavía, en un ejemplo de resilicencia ecológica, el jaguar subiste en algunos sitios de la región, lo cual ha permitido un proceso de reinterpretación y reapropiación del animal.