Cuando era niña, los domingos, visitaba con mi familia los cementerios y para mí, sumida en mis fantasías, era más un lugar para jugar que un lugar de luto donde se enterraba a las personas. A lo largo de mi vida comencé a realizar algunos viajes y a través de estos, comencé a ver la diferencia entre los cementerios, no solo porque estaban ubicados en ciudades o en países diferentes, sino porque eran pensados para personas distintas, es decir un cementerio publico difería mucho de un cementerio privado, un cementerio judío era muy distinto y a la vez muy similar a uno católico o cristiano. También comencé a percibir el contraste dentro de los cementerios como lugares llenos de muerte pero también lugares que podían llegar a ser hermosos; lugares aterradores y a la vez inspiradores.