En esta fea ciudad, milagrosamente hay algo bello. Bellisimo. No es un prado, ni un bosquecillo, ni los ocobos florecidos; no es un rio venido a menos, ni una montana, simil de las curvas de una exuberante mujer. No. Es un semaforo. Un semaforo inutil que de veras no sirve para nada; solo para hacer detener carros, motos y peatones sin ton ni son. La bendicion dura un minuto y treinta y cinco segundos, sin embargo, a la masa vulgar y cerril, las bendiciones y la gracia los saca de si; hacen que pierda los estribos.