? Por que no fue usted al entierro del hermano de Elisa? -me pregunta una de los B.-, mirandome fijamente, cuando apenas habia tomado yo asiento en aquel sofa familiar, forrado con un raso ya lustroso, que era para mi algo muy del ambiente de la casa. Que recuerde, no tenia ninguna razon especial para visitarlas esa manana, fue quizas el bello tiempo que hacia lo que me impulso a quebrantar mis quehaceres habituales y buscar en cualquier parte un poco de esparcimiento. Otras veces me ha ocurrido asi. Pensaria entonces en esta curiosa familia, cuyo modo de ser no me agrada ni admiro siempre, pero que en ocasiones, segun el humor, me atrae intensamente. Valdria la pena que alguien escribiera alguna cosa sobre ellas, contando como son, dando una idea de esas largas visitas en las cuales casi invariablemente sucede esto: luego de los saludos y frasecillas usuales, con el visitante sentado en el sofa y todas ellas rodeandolo desde diversos sitios, una de las hermanas va apoderandose poco a poco de la conversacion y entroniza sin remedio el tema del Destino, de la Telepatia o de la Muerte ... Y mientras las demas callan y solo el huesped interrumpe cortesmente, a ratos, con una pregunta insulsa 0 un monosilabo de asentimiento, ella -la que habla- se debate cada vez mas en su tema. La excitacion la va ganando hasta que llega un momento en que la joven parece no poder mas, estar al borde de algo horrible, y cae de pronto en un silencio exhausto, sangrante, del cual ya no vuelve a salir. Pero entonces cualquiera otra de ellas, aquella en quien la fiebre con que lo ha escuchado todo este en un grado mas alto -sin duda es absolutamente sincera es la emocion que las palabras de la que habla van encendiendo en las demas, no hay aqui, como me fue insinuado una vez, comedia alguna- cualquiera otra de ellas, digo, toma el puesto de su hermana, recogiendo el mismo tema 0 bien, iniciando uno distinto. Y se repite asi la historia, la penosa situacion. En ocasiones, la visita no termina sino cuando todas han tenido su turno, es decir, cuando han llegado a la cima de su discurso y se han sumergido en ese angustioso y repentino mutismo. Otras veces, sin embargo, el visitante consulta su reloj y logra despedirse antes de que entre en accion -digamoslo asi- la tercera o la cuarta de las hermanas. En todo caso, lo que realmente intranquiliza durante una visita a las B. no son las pateticas disertaciones de las jovenes filosofas, sino la actitud de la madre, quien calla todo el tiempo, con la mirada -isi es que mira entonces algo!- apartada de la hija que este hablando y con una expresion interior de pena y contrariedad. Tal como si en aquellos momentos, tras de su aire discreto y circunspecto, sufriera hondamente por la conducta de sus hijas como por algo imposible de remediar. Repito que es esencialmente la senora de B. por quien tengo un vivisimo afecto, la causa de que a la salida de la visita me encuentre siempre en un desagradable estado de animo; algo asi como cuando de nino se me renia en presencia de alguna persona mayor; en fin, una mortificante desazon que, menos mal, se va desvaneciendo a medida que bajo la calle -cenida de uno que otro jardin- y me van envolviendo otra vez la realidad del dia, la gente, los pitos de los autos ...