Desde el punto de vista psiquico, que por supuesto nunca existe aislado de lo biologico y lo social, la situacion mas desestructurante y fragmentadora de la personalidad por la que atraviesa el ser humano se condensa en la psicosis esquizofrenica. Las ansiedades especificas que confronta el esquizofrenico, sin embargo, las hemos experimentado todos durante nuestra ninez, en nuestras pesadillas, o en lo mas profundo de nuestras agonias. La ansiedad de cualquiera de nosotros frente a situaciones extremas, provenientes del adentro o del afuera (o mejor siempre de adentro y de afuera), no es cualitativamente diferente a la del Neurotico o a la del psicotico. La diferencia es cuantitativa. En un momento dado, empero, la confluencia de cambios cuantitativos desemboca en una modificacion cualitativa. En la esquizofrenia la intensidad de la angustia es tal que su manejo se hace casi imposible y el ser humano se escinde y rompe, y la vivencia se hace paralizante y destructora. En otras personas y en otros momentos una angustia similar puede canalizarse hacia el desarrollo, hacia la creatividad, hacia la sublimacion. (Brainsky, 1986). En todas las situaciones, sin embargo, tarde o temprano, la persona confronta el imperativo y la angustia del trascender. Tarde o temprano se tapa con el temor y la necesidad insatisfecha de la fe y con el absurdo, definido par Camus (1951) como el encuentro entre la llamada del hombre y el silencio del universo.