I - Confesiones de un inconformista El aparato que dirige el discurrir de la vida colombiana tiene un complicado sistema de poleas, trama misteriosa que no aparece porque los hilos que la tejen se mueven por detras del telon de boca. Los caminos se muestran despejados porque no los ciega ningun muro visible: en la practica, al primer recodo se oyen ruidos inesperados y de repente surgen vallas imprevistas. El viajero empieza por saltarlas pero el animo se fatiga. Prejuicios antiguos escoltan en silencio al caminante, sin apariencia de repudio; ejercen la misma funcion de medianeria tacita de los cercos de tierra pisada a golpe de mano barata de indio; a veces simbolizan la advertencia de limite de los sauces llorones que acompanan el paso helado de los rios de la Sabana. El viajero rompe el vallado que se le interpone, pero a poco andar mira hacia atras y descubre que de nuevo ha sido levantado. Al siguiente muro del sectarismo indolente, le da un rodeo a modo de transaccion. Ha llegado a comprender que no podra seguir caminando de sesgo ante los odios heredados, ni remedando la conformidad porque acabara sumergido en el habito de la resignacion o hundido en el follaje de las palabras imprecisas. Habra de enfrentarse al aparato, aun sin acabar de conocerlo, apenas presintiendo su secreto engranaje, intuyendo tan solo sus intimas estructuras. Tendra que enfrentarlo y tendra que enfrentarse a el, no importa que se sienta arrollado. Pero lo arrollara combatiendo, a menos que pacte con las estructuras y se adapte a ellas. Como en alguna vieja pagina spengleriana, tendra que escoger entre el riesgo de morir joven pero rebelde, o aburguesarse capitulando. (…)