Mas de una vez la historia ha negado a sus protagonistas. Como si estuviese celosa de su gloria y grandeza se ha empenado, por intermedio de quienes la reviven (cronistas, narradores, historiadores o eruditos) en desconocer realidades que no necesitan nombres propios para su existencia. Asi, ha intentado burlarse la historia, por ejemplo, de Homero y entonces se ha hecho del griego una cuestion dubitativa que si amenaza su existencia, no puede negar o amenazar una obra que es imposible concebir como fruto del azar, asi se llame de una u otra manera su autor. ?Que Homero no existio? Bueno, y ique! Su obra existe y obliga un creador. Lo demas son pasatiempos de erudicion que, muy a pesar de quienes los practican, dejan incolume al hombre que la historia desea esconder tras el recodo de su avaricia. O de la envidia de quienes la forman. (...)