Latinoamérica ha sido la cuna de muchos escritores, poetas e intelectuales que han esbozado y consolidado tramas ficcionales, románticas y realistas, en ocasiones, hasta el eco del simbolismo se ha escuchado en el Cono Sur, el cual ha visto consolidar las construcciones y voces literarias de narradores de gran trascendencia en la literatura universal. La obra de Juan Carlos Onetti no es la excepción en esta clasificación, estamos frente a un maestro de las letras uruguayas, “un genio rioplatense” en palabras del novelista argentino Roberto Arlt. Onetti estuvo llamado a ser uno de los precursores de la nueva literatura hispanoamericana. Lo que le permitió anticiparse e instalarse en dicho espacio fue su riguroso oficio de escritor, su incansable hábito de lectura, su discrepancia entre su yo fracasado, pesimista, ebrio, huraño, parco; y su yo formador de espacios ficcionales, constructor de historias de proporciones piranesianas, para hacerle un guiño a sus personajes o caracteres de ficción y exhortarlos a sacarle una vuelta a la puta vida, tal como lo expresa en su obra más madura “La vida breve” (1950), aquella en la que las descripciones adjetivales e ideas kilométricas se ven solapadas por las frases y diálogos que surgen adornados de una parafernalia más que envolvente y persuasiva. Basta realizar una lectura atenta de un libro de Onetti, por ejemplo el ya citado, para inferir que se trata de una red seria de reflexiones introspectivas que teje el autor para dar cuenta de la desesperanza del personaje urbano, una distopía que tiene nombre propio: Santa María, y que se edifica sobre ruinas, como Tuguria (la ciudad laberíntica, hundida y oculta del escritor cubano Antonio Ponte). Santa María o la distopía en “La vida breve” puede considerarse una ciudad más que idealizada; es una ciudad vivida, aunque mutable, es el resultado de las pláticas citadinas que Onetti entabla al lado de sus amigos, unas buenas copas de ginebra y unas cuantas cajetillas de cigarros. Santa María es la construcción de un espacio tangible en la metaficción, un puerto suizo que refracta la ruina, la opresión, la miseria y la metástasis psicológica del ser existencial. Básicamente, lo que se pretende con en este trabajo es recorrer la senda angustiante que ya trasegaron los personajes del territorio ideado por Onetti, esa dimensión indeseable conocida como ficción que es tema de estudio de críticos literarios como Mario Vargas Llosa y Luz Aurora Pimentel. Se dedica en esta disertación un espacio para Onetti frente a la crítica, otro a su vida y obra, también se realiza una propuesta pedagógica: Onetti en el aula de clase, en aras de ofrecer una lectura de los mundos posibles del escritor en la vida real de nosotros sus lectores, y finalmente se concluye con unos criterios que aprueban la hipótesis de sentido, el afirmar que la ciudad o puerto lúgubre es la distopía descrita en la obra “La vida breve”.