Por lo que respecta al manejo de tribunales, secretarios y demas que concierne al papel sellado, declaro con rubor a la faz del universo que ningun otro pueblo excede a la Habana en su arraigada y destructora intriga: excepto acaso algunos pueblos de lo interior. Asombroso es el expendio de papel sellado (ciertamente pasa de veintidos mil pesos anuales el que se vende por cuenta del Rey), que se experimenta. Mucha desverguenza observe en Mexico en este manejo forense y mucho he oido referir de otras ciudades grandes de la Monarquia. Pero el descaro e inmoralidad de los papelistas de la Habana es capaz de imponer temor a todo hombre de bien, celoso de su honor y tranquilidad, y es capaz de tener prevenidos a los amigos de la Justicia, para rehusar constantemente todo cargo en la magistratura, por no verse en el extremo de autorizar las perversidades de los agentes del enredo, o de matarse en vano por exterminar males, que son el bien de tanto depravado. He aqui la causa de que en la Habana este tan desacreditada la fe publica y privada, pues basta que cualquier atrevido papelista se empene en eludir los contratos mas autorizados, para que queden sin efecto, pues para todo encuentran evaciones legales. (...)