Al escribir estos recuerdos satisfago un derecho de mi corazon y un reclamo de mi alma, empezando por rezar el bendito y alabado sea Dios Nuestro Senor, que aprendi en el hogar del cual era el mayorazgo mi hermano, el que acaba de partir. En alguna parte, mal que bien, debian quedar consignadas estas cosas, escritas al calor de mi pecho, sin orden cronologico. Valga mi buena voluntad y el sentimiento que me inflama. Siento a mi lado aquella sombra varonil e inefable, como el pobre viajero que remira el camino debajo de un roble de perenne frescura.