Un hombre esta condenado a prision por tiempo indeterminado. Es inocente. Pero el tribunal no ha escuchado su defensa, ni oido a su abogado, ni admitido sus testigos. Nada le ha valido, el debe pagar su pena. Y un dia se le encierra en una amplia penitenciaria, poblada por millares de prisioneros. Naturalmente, todos sus instintos, todas sus costumbres, su espiritu y su cuerpo repudian esta situacion. Al principio creera en el valor de su inocencia: una vez reconocida esta no se le podra mantener mas en la prision. Pero a medida que va conociendo a los otros recluidos, descubre con admiracion que todos son inocentes como el y han sido condenados injustamente. La segunda esperanza, mucho mas modesta sinembargo y que el acogio durante algun tiempo, la de que los meses de su condenacion pasarian rapidamente, se disipara tambien, puesto que la experiencia de sus companeros, le demuestra que nadie ha salido jamas de la penitenciaria. La idea de una fuga eventual no le tentara durante mucho tiempo tampoco: los muros son demasiado altos y las puertas bien guardadas. Matarse? No vale la pena. Desde que no pueda vivir uno como quiera, vegetar o estar muerto son sinonimos. (...)