Quienes han visitado casas, malocas y otros asentamientos indigenas, han tenido, probablemente, la experiencia de sentarse en un pequeno butaco de una sola pieza, alrededor de un fogon, de un sitio ceremonial o de otro espacio social. La primera experiencia representa un reto para nuestro cuerpo. Acostumbrados a sillas y bancos donde de alguna forma cuelgan nuestras extremidades, en el banquito estamos apenas sobre el suelo, con nuestras piernas en cuclillas; con el paso del tiempo, termina uno acostumbrandose, tomando con naturalidad la experiencia y percibiendo al banco como otro objeto ordinario, entre los multiples que se encuentran a nuestro alcance.