Se ha dicho que un periódico se lee para el olvido, mientras que un libro se lee para la memoria. La frase, que ha hecho mella en la disciplina histórica y, sobre todo, en los estudios literarios, pareciera ser la causa del abandono en el que por muchos años se mantuvo a las publicaciones periódicas: revistas, suplementos, semanarios, diarios, entre muchos otros tipos de materiales, fueron relegados a un lugar secundario en el cuerpo mayor de fuentes canónicas para el estudio de la historia y de la literatura, en tanto se concebían como textualidades que no alcanzaban el rango de libro.