La “autonomia de la voluntad”, esa hermosa matriz del derecho privado liberal clasico (“quien dice contractual, dice justo”), es actualmente un instrumento importante de regulacion de las relaciones sociales. La observacion del funcionamiento real –efectivo– de esta herramienta legal, revela la identidad del individuo social post-moderno, cuya libertad es a la vez inmensa e irrisoria, fuente de poder ilimitado y de sujecion servil a las directivas de organizaciones, publicas y privadas, que establecen lo que se debe querer para querer eficazmente. Ejercer esta prerrogativa significa adherir a normas que se imponen –de hecho– independientemente de su fuente, mas en una medida que puede ser determinada. Ello ha llevado a cuestionar la importancia del principio de legalidad en los contratos estatales, pues en la actualidad la autonomia de la voluntad se plantea como garantia eficaz contra la arbitrariedad del Estado.