Nuestras ciudades contemporaneas constituyen la mas grande obra que en terminos materiales y culturales hayamos construido los colombianos, pero la hemos hecho sin consciencia y sin proposito. Asi, les hemos edificado un espacio que desnuda nuestras insensibilidad e incapacidad de grandeza. No asumimos su sentido comunicativo, somos sordos a sus llamados a la interlocucion, no escuchamos los mensajes con los cuales, desde la potenciacion de la diferencia que ellas encarnan, nos convocan a la conversacion, al intercambio, a la reflexion colectiva, al pensamiento. Por ello, tambien de manera inconsciente, tendemos a naturalizar la interrupcion que en ellas se hace de la fiesta que es la vida, a aceptar el atentado contra el arte y a ignorar el juego de los simbolos.