En ocasiones se ha admirado, pero sobre todo menospreciado, a quienes, como los sofistas, osaron pregonar que jugaban con el pensamiento y el lenguaje, a quienes hicieron de la filosofia un juego. Casi siempre se prefirio la figura grave del sabio, lleno de prudencia, a la de estos personajes brillantes y ligeros. Pero, ?Sera suficiente clasificar en grupos opuestos a los malabaristas de palabras y a los verdaderos escrutadores del pensamiento? ?Basta acaso, con distinguir radicalmente la ligereza sin alcances de los juegos de apariencia, de la gravedad del encadenamiento de las causas profundas, para terminar asi con la pregunta por el juego en filosofia? Ciertamente no. Tal vez para que la filosofia cumpla satisfactoriamente con la tarea de explicar que es esta inconsistencia superficial, la nada particular del juego, no pueda liberarse de ella tan facilmente. Tampoco es imposible que, intentando definir su objeto, encuentre un motivo para descubrir alli su imagen reflejada. Y entonces, quien sabe que pacto, el mas profundo y serio, tenga que cerrar con el mas ligero juego. Pensemos en Socrates definiendose entre los sofistas!