Como cultura en general, hemos satanizado la labor medica. Todos creemos que los medicos nos tienen que curar, y muchas veces no aceptamos que hay enfermedades que no se curan. Todos alguna vez creimos que la enfermedad tenia cura, y cuando tropezamos con el diagnostico propio o de algun familiar, como hipertension –que no tiene cura, sino tratamiento permanente– entramos en una especie de crisis existencial. Nuestra vida y la de nuestros seres queridos, cambian. Y empezamos a girar en torno al individuo enfermo.