Atras, a pocos minutos, quedo el centro de la ciudad con sus edificios de cemento de y vidrio, con sus avenidas arboladas y con su gentio entrando y saliendo de los comercios. Aqui, las casas dispersas y las calles embarradas indican el perezoso deslinde de la ciudad. El tranvia 4 avanza por una trocha entre enredaderas y matorrales que dejan ver, cada tanto, algun techo de zinc sombreado de oxido y pequenos gallineros en malla de alambre, algunas mujeres haciendo algun oficio entre domestico y rural, unos pocos ninos jugando. La crujiente carroceria y la bamboleante pertiga del trole se encaminan hacia el puente de madera que cruza el canal de aguas negras y espesas. Mas alla esta la refineria de petroleo con sus anchas calles pavimentadas y sus enormes estructuras de metal como esqueletos de rascacielos que brillan bajo el sol, entre humos, vapores y luces. Rechonchos tanques de petroleo, kilometros de tuberias retorcidas y delgadisimas chimeneas que botan fuego se complacen en acentuar la decrepitud del tranvia 4, unico testimonio en ese ambiente, de mi cercana ciudad de La Plata.