Nadie puede negar a Samuel Beckett un parentesco generacional con los padres del erotismo: vivio de cerca a Proust y a Freud, antagonizo con Andre Gide, compartio el pan amargo de los exilios joiceanos y, despues de la guerra, el Paris de Miller le fue tan familiar como antes de la guerra le habia sido el de D. H. Lawrence. Que se le consigne entre la vanguardia erotomana es apenas natural.