Los signos de la escritura invaden la rutina humana a tal punto de convertirse en celulas comunicacionales que se esconden tras lo que dicen. A pesar de esta familiaridad, siempre se pasa por alto ese trazo primitivo, ese tipo fundido en plomo, ese rastro de tinta dejado por la pluma o por la impresora, esa tecla del computador. Se propone volver la mirada hacia el caracter tipografico no solo como signo linguistico sino tambien como signo estetico.