En Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa senala que el alimento de la ficcion es la propia existencia del escritor, criatura similar al Catoblepas, “ese mitico animal que se le aparece a San Antonio en la novela de Flaubert (La tentacion de San Antonio). El catoblepas es una imposible criatura que se devora a si misma, empezando por sus pies” (1998, p. 23). La “devoracion de si mismo” tiene amplias posibilidades, desde las vivencias hasta las lecturas que dejan huellas y obligan a la escritura: