E n su capitulo sobre la ontologia del performance, la teorica Peggy Phelan (1993) expresa que la unica vida del performance es el presente. Para Phelan, el arte del performance pierde validez, o mas bien cambia de identidad, una vez que ha sido grabado, fotografiado y archivado como imagen en el tiempo. Esto va en directa correlacion con la ontologia de la fotografia que propuso Bazin (1967) cuando afirmo que lo que intentaba esta nueva forma de arte, era continuar el sueno humano de poder embalsamar la muerte, previniendo que el paso del tiempo que triunfa sobre el cuerpo, prevalece tambien sobre la memoria, evitando asi, una segunda muerte: la espiritual. Los cuerpos en movimiento sobre un escenario, ya sea en danza o en teatro, producen un arte que es vivo e irrepetible. Su belleza y fuerza reside precisamente en su evanescencia, en aquello que de pronto, con mucha suerte, recordaremos mas adelante. Pero como los recuerdos no reproducen la realidad de lo vivido y como los sentidos guardan lo que las emociones fijan, es probable que esta memoria o cada imagen sean en adelante, algo totalmente diferente. Es decir, cada memoria de un hecho artistico vivo seria un nuevo evento. Como irrepetibles, la danza y el teatro, a pesar de seguir un guion, una dramaturgia, una estructura que permite re-hacer el acto, parecen distantes a la idea de performance. Pareciera que no se trata de un presente si se esta repitiendo algo ya ensayado. Pero el cuerpo en un escenario, ya sea teatral o en cualquier espacio, es incapaz de ser siquiera el mismo que actuo ayer.