Escribir sobre Simone Weil es un acto temerario, pero mas que una osadia es un gesto de agradecimiento. Su obra es uno de esos regalos que conmueven y que impulsan a hacerlo participe a los demas. Pero tambien es un desafio que impulsa a la accion, a la reflexion, a la adopcion o al rechazo de un mensaje que busca con toda el alma esclarecer la situacion del hombre y el mundo contemporaneos y encontrar las posibles salidas hacia un universo reconciliado en la justicia social, el bien moral y la belleza del mundo. Es cierto que su pensamiento incomoda por esa rara combinacion de teologia y politica, de critica social y fe religiosa que asume una actitud demoledora frente a todas las ideologias, fundada en esa impalpable certidumbre que puede ser la gracia. La imposibilidad de ubicarla en cualquier ismo conocido al punto que ningun partido, movimiento ni iglesia puede reclamarla para si, irrita el ejercicio clasificatorio con el que reducimos lo desconocido a lo manejable; es lo que hace desconcertante un mensaje que antes que nada da testimonio de la lucidez que exigia del intelectual y de independencia frente a los poderes establecidos sin medir las consecuencias de la accion. Su intencion de pensar desde nadie abruma al pensamiento acomodaticio que obliga la razon social de nuestros dias donde la inteligencia se vende al mejor im-postor y la opresion crece silvestre.