Una de las mayores tentaciones que acecha al analista, y no solamente al principiante, es la de convertirse en una especie de director espiritual. Para ello es solicitado con frecuencia por el paciente deseoso de verse liberado de las perturbaciones que le obsesionan, y que, es evidente, piensa poder liquidar gracias a una intervencion magica del analista, a quien cree dotado de una eficacia semejante a la de un analgesico o a la de un antibiotico poderoso.