El siglo XIX hizo del trabajo una medida humana pero una medida arbitraria que podia tomarse como el indicador de la desgracia, una via de emancipacion, la razon que justificaba el ocio galante, un metro elastico para medir la justicia o legitimar conspiraciones. Trabajar pudo ser la formula para que otros se ganaran la vida, la explicacion de la bonanza. El desempleo actualizo la peste medieval. Todas las racionalidades se volcaron sobre el trabajo para legislarlo, cronometrarlo, aprovechar sus virtudes o desentenderse de sus carencias. En medio del fragor, Charles Fourier prefirio mirar el mismo asunto desde otra posibilidad elemental y halagadora: el trabajo puede ser una de las maneras de construir una sociedad feliz. El desarrollo de esta formula es una de las aventuras mas singulares del pensamiento del siglo pasado. Si bien para Fourier el trabajo no puede ser un fin en si mismo, buena parte de su obra se ocupa de el y el futuro que propone tiene sentido a traves de un sistema de relaciones laborales que amalgama el delirio con la lucidez.