Los distintos componentes del bien humano se desenvuelven —genetica, dialectica e historicamente— en la vida cotidiana. Tal horizonte, inasible, ambiguo e irreductible a su dimension intelectual y que Lonergan impecablemente analiza bajo la nocion de “sentido comun”, vive otras tensiones constitutivas e insustituibles en los procesos de conversion integral de los seres humanos que deciden transformar su historia, a saber, las tensiones dinamicas entre: la familiaridad y la extraneza; la seguridad y la incertidumbre; la fortuna y lo siniestro; lo “ya interpretado” y el “estar despierto”; el tiempo ordinario y el excepcional; el espiritu guerrero y la prudencia; la normalizacion y la anormalidad; la hospitalidad y la inhospitalidad; la causalidad y el azar; lo publico y lo privado; la autenticidad y la inautenticidad; la vida y la muerte. Lonergan no denigra sistematicamente el “sentido comun” ni hace de esa desconfianza un presupuesto, como casi toda la tradicion filosofica. La ampliacion del ambito de las matrices culturales al complejo horizonte de la vida cotidiana no rine necesariamente con la exigente profundizacion metodico-teorica de las especialidades funcionales ni queda conminada a la estrechez de una haute vulgarisation. El horizonte de la vida cotidiana es un antidoto al conceptualismo y al “metodicismo”