En las pestes del medioevo los medicos se reconocian por una mascara en forma de pajaro y una tunica cubierta de excrecencias: sangre, pus, esputos, rastros de vomitos, flemas, etc., que dejaba un olor terrible flotando en el aire. Asi que cuando un galeno atendia a un apestado casi que representaba a un diablo que habia venido por el alma del enfermo. Antes, en Grecia y Roma, el medico se identificaba con un circulo a un lado de la toga, que le caia por encima del hombro y habia que envolverla en la cintura. Y si bien habia excepciones, como sucedia con los doctores egipcios que vestian pequenos vestidos de lino que dejaban libres los brazos y las piernas, sobre su cabeza llevaban un sombrero en forma de trapecio atado a la frente y con la figura de una serpiente cobra que sobresalia por encima de las fosas nasales. Estas imagenes, que mas parecen de un bestiario que de la historia de la medicina, contrastan poco con los personajes de la Leccion de Anatomia de Rembrandt y los cirujanos de las guerras del siglo XIX, que trabajaban con delantales de carniceros, la camisa con las mangas remangadas y lucian chaleco y reloj de leontina y hasta sombrero bombin. Y como la premura era mucha porque las explosiones y los disparos se oian cerca y los heridos eran demasiados, bebian ron, amputaban y cauterizaban. Luego se enjuagaban el sudor de la frente con un panuelo no muy limpio y pedian que trajeran a otro paciente. Las enfermeras, monjas y civiles, miraban y rezaban.