Discutir la novela de la violencia colombiana equivaldria quizas a un anacronismo. Sin embargo, vale opinar -ya que Siervo sin Tierra es una novela de la violencia- que al surtir de animos de compasion o de ira, por lo demas 1ogicos ante tan dramatica consecuencia de nuestra enajenacion socio-politica, la novela de la violencia no ha llegado a ser novela propiamente dicha. Pues el proceso simultaneo de alejamiento e identificacion, cuya variedad des ensaciones se compenetran con la realidad hasta edificar en ella la ciudad-de-la-novela, es un proceso de lucidez que ignora tanto la vision sentimental de la compasion como la vision irracional de la ira. Asi, aunque se alce una voz de protesta, se divulgue un oprobio, se defienda la dignidad humana, se describa una masacre o se senale una injusticia: la realidad novelable se palpa a ciegas, en traspies que la niegan interiormente. Y Siervo sin Tierra no es ninguna excepcion. Entre la ira contra los victimarios y la compasion por las victimas, la vida en si de seres humanos se va borroneando tras los lagrimones de quien la narra o el colerico garabateo de quien la describe. Pues no se puede olvidar que vida en si, aun a nivel de miseria o de barbarie, traduce algo mas de lo que pueden palpar a tientas la compasion o la ira.