El reto de la sofística obligó a Platón a afirmar el juego recíproco de Nomos y Logos, de ley y medida, para poder sostener debidamente la ilustración de la comunidad política en su intercambio retórico constante. La sofística demostró que el Nomos absoluto no existe y que son los hombres quienes tienen que forjarlo. Sobre la racionalidad de la retórica se erigió la sofística, cuyo objetivo fue ganar ilustración para las decisiones públicas. Retórica y sofística ven correctamente que la acción política razonable está mediatizada por el lenguaje, pero caen en un error al asumir el Logos como mero instrumento o estrategia individuales, pues ello hace estallar la comunidad política. El saber como dialéctica es una respuesta de Platón a la lucha de opiniones que practican los sofistas. El saber es saber en la opinión, reflexión inmanente a la praxis, siempre abierta a la corrección.