Este artículo examina críticamente el papel de las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel en la preservación y fortificación de la democracia frente a amenazas emergentes. Mientras la democracia enfrenta oscilaciones por las corrientes del terrorismo y la inestabilidad política, la inteligencia debe no solo actuar como escudo protector, sino también como un ente que fomente la capacidad de sobreponerse y reconstituirse frente a situaciones de crisis. Así, con un análisis detallado se explora cómo estas agencias pueden reforzar sus estrategias y tácticas para asegurar un futuro democrático robusto frente a las adversidades del siglo XXI. A raíz de eventos como el atentado del 11 de septiembre (11-S), que marcó el comienzo de una nueva era de terrorismo global, se cuestiona la capacidad y la eficacia de la inteligencia de estos países para anticipar y mitigar tales riesgos. Aunque la inteligencia ha adquirido un papel protagónico en la defensa de los valores democráticos, las fallas en prevenir ataques y la dificultad para adaptarse a un entorno cambiante subrayan la necesidad de una evolución en sus métodos. Finalmente, se concluye que las lecciones aprendidas muestran que las prácticas y estrategias de inteligencia deben estar profundamente arraigadas en la realidad y no en la complacencia o en el desdén por los adversarios. Además, los errores cometidos y analizados en este estudio deben servir como piedras angulares para reconstruir prácticas de inteligencia más robustas y respetuosas con los principios democráticos, lo que permitirá asegurar que la inteligencia y la democracia no solo coexistan, sino que se fortalezcan mutuamente.