Hemos tenido el infortunio de encontrarnos ante un tema que carece de aplicabilidad en nuestro contexto; a veces, las verdades más obvias son comúnmente ignoradas, permanecen indiferentes justo ante nuestros ojos. El desarrollo de una teoría de la argumentación jurídica con miras a solucionar el problema de legitimidad de la disciplina jurídica requiere, como sustrato mínimo, presentarse de cara a una sociedad con una legitimación, en buena medida, de carácter legal-racional, en términos de Weber. Una teorización que pretenda dar cuenta cómo y en qué medida es posible la fundamentación racional de una decisión judicial, poco o nada dice de nuestra realidad, pues una sociedad que espera encontrar el sentido de justicia en un caudillo o en un chamán, no es el contexto apropiado para hablar de racionalidad. Lo preocupante –justo donde cobra importancia este documento– es que las teorías de la argumentación se constituyeron en un tema en boga desde hace algún tiempo, no sólo como el sueño de lo que algún día podría ser aplicado a nuestro contexto, sino como una realidad innegable e indiscutible. Se asume con plena certeza que la aplicación de estas teorías es apropiada a nuestro contexto y que, en efecto, dotan de racionalidad a las decisiones judiciales.