Es posible plantear un paralelo y una conexión muy profunda entre el derecho, entendido de forma general como la organización humana a partir de normas, y la consolidación de las sociedades humanas. De hecho, en algunos casos la ley –o la norma– y la sociedad pueden parecer lo mismo. Es difícil imaginar un grupo humano que no se sostenga a la luz de algún precepto, en especial cuando se reconoce que el uso ciego de la fuerza solo conduce a un estado de incertidumbre que mina la posibilidad de consolidar a futuro cualquier tipo de lazo social. La vida de un grupo humano solo es posible sobre el trasfondo de normativas que posibilitan llegar a acuerdos y que, por tanto, permiten comenzar a llevar una vida en común, plena y, en la medida de lo posible, feliz