En Colombia y otros países se tiene la costumbre de construir o instalar una cruz en el lugar donde fue encontrada una persona muerta, explicado por las formas culturales indígenas, populares con el fin de redimir el alma del muerto, o de mantener el recuerdo de alguien. Esta práctica no es considerada dentro de los estudios de memoria o culturales, a pesar, que tiene un reconocimiento social, como un monumento a un muerto. Este estudio parte de la pregunta las cruces y cenotafios en las vías constituyen lugares de memoria en términos de Pierre Nora, donde afirma que estos lugares son donde se cristaliza la memoria colectiva, o son solo lugares individuales de recordación.